Hoy hemos leído algunas de las composiciones, tanto propias como ajenas, que habéis traído sobre el tema de la muerte. El jueves anterior habíamos hablado de la muerte como uno de los universales de la poesía, y todos los que estábamos allí teníamos como referencia de «muerte cercana» la de nuestros abuelos, así que los dos textos de Rosana y Fran giran en torno a eso. Los colocamos a continuación, merecen la pena.
3 Meses (Rosana S. Ballesta)
3 meses de ausencia
de sonido vacío
de impaciencia
De impacientarme porque no eres
porque no puedes escucharme
porque no te puedo ver
No puedo verte en aquel sillón arrinconado
en tu patio verde
en tu butaca mientras me hablas
Mientras me cuentas tu historia
mientras te cuento mis historias
mientras te miro y te admiro
y te admiro por valiente
y te admiro por paciente
y te admiro porque eres
y, ahora que no eres, te admiro porque sí
Porque sí y porque te espero
te espero a que vuelvas
a que vuelvas y me abraces
a que me abraces y me digas que no me equivoco
que estoy observando bien el cielo
que la constelación que más brilla no es Calisto,
sino tu rostro iluminando el mundo entero.
Vida, en el viento (Fran Cañadas)
Esta noche recordé una anterior,
que había relatado mil veces.
En mi sueño veía todo oscuro
pero comenzaron a bailar luces,
brillaban como hilos dorados
que se enrollaban en mi interior.
Algo estaba cortando las hebras
y al hacerlo hacía ruido.
Allí estaba yo quieto y en silencio
el sonido me inundaba
y helaba mi cuerpo.
Yo no entendía muy bien por qué
pero me sentía muy triste.
Lágrimas de malestar fluían de mí
y sollozos de niños pequeños sonaban,
entre sus manos tenían malvas
y sus ojos me veían.
Mientras me escondía en la manta
escuché un estruendo
era la ventana al abrirse,
pegué un salto y fui a cerrarla.
En la calle solo había negro
y enfrente la casa de mis abuelos
cerré, y me dormí tiritando
soñando con el viento
que se llevaba los hilos.